Mujeres y transgresiones

La religión católica fue común a toda la sociedad colonial, pero actuó en el marco de las prácticas espirituales indígenas y de la población negra de origen africano, en un contexto de difícil control sobre el extenso territorio y de las formas en que los grupos sociales interpretaban el hecho religioso, incluso los españoles. Estos últimos también trajeron de España muchas prácticas rituales populares que contradecían las normas institucionales. Algunas respondían a diversidad de prácticas o pensamiento mágico o eran producto de la larga coexistencia con musulmanes y judíos. En la primera etapa de la colonia, la Iglesia Católica buscó siempre la forma de erradicar estas prácticas y persiguió a quien era señalado de hereje o de blasfemo. De interés fue el comportamiento religioso de los indígenas, llenos de prácticas rituales propias. Para ello estaba encargado el Tribunal de la Santa Inquisición que ejerció control constante sobre las prácticas de la población en general. La principal observadora del comportamiento de los fieles era la parroquia. La Iglesia pretendía normar las conductas de hombres y mujeres promoviendo el matrimonio religioso, en una sociedad donde la mayoría de uniones eran fuera de este.

El tribunal ponía especial atención en las mujeres y en ese mundo de convivencia de mulatos, mestizos y otros. La brujería y el escándalo social eran las principales acusaciones contra las mujeres. Importante fue el control de las prácticas de salud que recaían en muchas mujeres pobres. A falta de médicos, la salud popular era extendida. Esas prácticas venían acompañadas de creencias diversas, así como de conjuros y pócimas que la Iglesia miraba como prácticas heréticas. Para las mujeres representaba una forma de sobrevivencia, además les daba cierto poder sobre las personas. La Inquisición presenta muchos datos de persecución de este tipo, algunas con resultados fatales.