Cacicazgos: (dirigido por un cacique, palabra de origen taíno, grupo indígena del Caribe).
Tiene que ver con un liderazgo personal en comunidades no muy grandes o tribales. Los caciques llegaban a ese puesto por méritos propios, en ocasiones llegaban a heredarlo a sus descendientes. Los españoles llamaron cacique a todas las autoridades indígenas importantes, quitando de ese modo sentido de jerarquía y eliminando el trato de señor que para los españoles suponía tratos reverenciales.
Señoríos: (dirigidos por señores, palabra española que definía el territorio dado por el rey a un noble, quien tenía jurisdicción sobre tierras y siervos).
En el caso de los pueblos mayas se refiere a unidades políticas y sociales independientes pero que podían estar unidas por redes comerciales o por subordinación a una de ellas. El señor era conocido como el ajpop (palabra k’iche’) en el área del Altiplano de la época posclásica o el halach uinic en el área maya petenera y yucateca. Este pertenecía a un grupo de familias dominantes debido a sus orígenes fundadores (linaje o casas: descendientes de una familia). Este cargo se relaciona con la palabra española del rey.
En la región se mencionan 5 señoríos: k’iche’, kaqchikel, mam, tz’utujil y poqomam en la época posclásica, mientras hay muchos señoríos en el área maya vinculados como gobernantes de jurisdicciones territoriales menores pero pertenecientes a familias de los linajes dominantes.
Ciudad-Estado: (dirigida por un señor que gobernaba una ciudad).
El señor apoyaba su poder en una tendencia a construir un aparato controlado por él, con funciones diferentes a otras tradicionales, vinculadas a nuevos rituales, tributarias o a funciones militares específicas. Pero su peso dependía de los méritos que lograra él y su linaje. La ciudad –Estado tenía jurisdicción sobre un territorio específico. Además, existía una jerarquía de importancia de esas ciudades, donde una dominaba a otras.
La palabra ciudad Estado se deriva de las ciudades griegas o del Asia menor que dominaban cada una de ellas un territorio. Sin embargo, existe controversia al equiparar los gobiernos mayas con las europeas, pues el pensamiento occidental considera que el resto del mundo tiene que cumplir los pasos que vivieron las europeas y niegan las complejidades de las sociedades indígenas.
A pesar de la existencia de un gobernante principal, la administración, la ritualidad o la función militar se compartía con las familias de los linajes importantes, de ese modo se sostenía un equilibrio. Aun así unas familias podrían desear dominar buscando alianzas con otras familias o con grupos particulares que les dieran fuerza.
La organización social básica más conocida en el posclásico es la existencia de familias extensas unidas por linajes de manera jerárquica. Estas poseían control de tierras y participaban de diferentes formas en los rituales, la administración y en la guerra. A estas podían vincularse (por subordinación o por alianza) otras familias que no eran parte del linaje o eran gente común.
Esta estructura social estaba vinculada a la ocupación de espacios territoriales rurales. La unidad básica territorial de los linajes era el chinamit (kaqchikel) o molab (poqom), calpolli (centro de México) que involucraba varios linajes emparentados, la gente común y otros subordinados. Un conjunto de chinamit (que son de un mismo apellido o provienen de un ascendiente común) formaba un amaq’ (tela de araña) y la unión de varios amaq’ permitía formar unidades políticas mayores. Algunos llaman a estas como winaq’ (ser persona que piensa y siente) entendido como sinónimo de nación antigua. Los grupos nahuas (México) lo nombraban altepetl (montaña de agua: asentamiento territorial de una población con antepasados comunes).
La sociedad mesoamericana se construyó sobre la base de compartir elementos políticos, económicos, sociales y culturales que le dieron cierta integración y conocimiento mutuo a pesar de la diversidad de pueblos que la compusieron.
El comercio a larga distancia, las alianzas, los rituales político-religiosos, la cultura material para la vida cotidiana, la arquitectura y el arte elitista fueron fundamentales en ese intercambio. A pesar de que culturas como la Olmeca o la Teotihuacana tuvieron mucha influencia, esta no fue de una sola vía como se plantea en la idea de influencia.
La necesidad de alianzas entre élites gobernantes distantes resultaba importante para ambas. Esta les permitía legitimarse al valor sus orígenes y justificar su posición dominante. Además, con el intercambio, los gobernantes y sus aliados -sobre todo comerciantes- mostraban su capacidad para obtener recursos, lo que les daba prestigio ante sus pueblos y ante los otros linajes.
Se habla de cultura mesoamericana cuando confluyen los siguientes aspectos: productos agrícolas e instrumental agrario muy similar, donde el maíz fue la base de la dieta alimentaria y tuvo un carácter sagrado; patrón de asentamiento urbano relacionando la arquitectura y el uso espacial con el sistema político y religioso, difusión de aspectos tecnológicos e ideológicos que relacionaron aún más esa cultura, importancia del comercio local y de larga distancia para el intercambio de productos, los rasgos de una concepción de la vida común (cosmovisión), desarrollo intelectual compartido, impulso a la escritura y a la iconografía.
Estos sentido y prácticas usuales no fueron obstáculo para la formación de muchos pueblos y expresiones culturales diversas. En el período posclásico este tipo de relaciones estaban muy extendidas e integradas, sobre todo en torno al comercio, los estilos culturales y las ideologías de las elites.